lunes, 1 de septiembre de 2014

Desmontando a Estivill

Hará ya unos quince años que cayó en mis manos el primer y único texto de Estivill que  he leído. Era una versión resumida del famoso libro Duérmete niño que, como no era de extrañar, nos regalaba a los médicos un laboratorio farmacéutico. Incluía estos consejos para madres y padres de bebés:
“…lo lógico es que llore, grite, vomite, patalee, diga “sed”, “hambre”, “pupa”, “no te quiero”…lo que sea con tal de conseguir que os dobleguéis, pero ni os inmutéis…Y si os cuesta mucho, pensad que lo estáis haciendo por su salud y la de toda la familia…” “…lo más probable es que en ese momento esté llorando a moco tendido…ni caso. Seguid hablando como si nada…”.
A un niño vomitar no le cuesta mucho, y aunque se de golpes –cosa que en principio os puede alarmar y con razón- no llegará a hacerse daño y lo dejará correr tan pronto entienda que vosotros no le dais ninguna importancia” . “Debéis desaparecer de la habitación antes de que el niño se duerma. No tenéis que ayudarle a coger el sueño, acunándolo, acariciándolo o haciéndole fiestas”.
“Nunca dialogaréis con el niño ni haréis caso de sus protestas. Ahora sabéis que sólo está haciendo servir acciones para conseguir reacciones. De hecho, no le pasa nada. Por tanto, no os pongáis nerviosos ni desfallezcáis en ningún momento, ni tan solo cuando veis que el niño vomita o se da golpes”
Lo lógico de verdad habría sido que semejante texto fuera denunciado por los servicios de protección a la infancia. Nada más lejos de la realidad: por desgracia fue durante años uno de los libros mas vendidos en nuestro país. Y para más INRI fue a su vez recetado por muchísimos médicos, especialmente pediatras. Yo, optimista incorregible, suelo pensar que el tiempo pone a cada uno en su sitio, y confié en que poco a poco, con los libros, charlas, y conferencias de excelentes pediatras como Carlos GonzálezJose María Paricio o Adolfo Gómez Papí, y psicólogas como Rosa Jové, los terribles y dañinos consejos de Estivill quedarían en el olvido. Me equivoqué. El tiempo está tardando demasiado en poner a este majadero en su sitio y yo voy a ver si puedo hacer algo para desmontar tanta mentira.
Tal vez sea más difícil de lo que parece. Con su pinta de majete Estivill consiguió embaucar incluso a mi admirado Juan José Millás, que le dedicó todo un reportaje en El País semanal. En una fotografía salía Estivill tocando la guitarra, lo que me pareció todo un símbolo: el clásico lobo con piel de inofensivo cordero.
Como psiquiatra infantil y como madre el Duérmete niño me parecía una apología del maltrato infantil, y así lo he repetido numerosas veces. No digo yo que establecer ciertas rutinas no pueda ser beneficioso en ocasiones, pero la parte final de esa rutina que propone Estivill supone desatender el llanto de los bebés, dejándolos llorar solos en su cuna y habitación,  una barbaridad que se paga muy cara. En mi consulta he pasado años intentando arreglar los desaguisados y estropicios que el librito ha producido a tantísimos niños y niñas así como a sus  familias. Demasiadas veces deseé para mis adentros que Estivill no pudiera dormir, que escuchara durante noches el llanto de todos esos bebés a los que hizo llorar sin posibilidad de consuelo. Bebés que tal vez se sentían solos, o tal vez tenían otitis, o tal vez estaban siendo maltratados en la guardería, o tal vez… A saber la infinidad de razones por las que puede llorar un bebé en medio de la noche.
Me he sentido desolada al ver esas secuelas que Estivill insistentemente niega, y que a veces tienen la forma de trastornos de ansiedad de separación, depresiones infantiles, enuresis o graves trastornos de conducta en la adolescencia. Cuando se ha conseguido que una madre o un padre desatiendan el llanto de su bebé dejándole sólo en otra habitación, cuando ya se ha producido esa primera quiebra, la confianza en los demás, la bondad, la empatía del niño o niña se pueden ver mermadas de por vida.
Leo ahora una entrevista reciente a Estivill y compruebo nuevamente como su avaricia no parece de tener límites, al igual que su ignorancia y su osadía.  Sólo así se entiende que sea capaz de seguir afirmando semejantes falacias y encima mentir con desfachatez al decir que él “no opina, sólo dice lo que dice la ciencia”. Sus afirmaciones recientes no tienen desperdicio, empezando por el disparate este de que “actualmente, creo que la crisis ayudará a educar mejor a los niños porque no podremos darles todo“. Me parece ofensivo cuando vemos como se dispara la cantidad de niños y niñas que viven en situación de pobreza en nuestro país (ver La crisis se ceba con la infancia). Ilustra muy bien con que cinismo argumenta sus sandeces Estivill.  En cualquier caso no tiene ni pies ni cabeza que haga y publique cosas como ésta donde cuenta que trató a 9 adultos insomnes con olanzapina Eso se llama matar moscas a cañonazos. La olanzapina es un potente antipsicótico con muchos efectos adversos, buen fármaco para las fases maníacas o los brotes psicóticos, pero de ahí a usarlo como hipnótico…
Pero vayamos con la ciencia que tanto le gusta a este hombre:
Duérmete niño es algo científico, funciona. Yo no soy un gurú ni un predicador. Mi único mérito ha sido poner en palabras muy fáciles los conocimientos científicos sobre el sueño”…”esta línea científica es la misma que recomienda la Sociedad Americana de Pediatría, la Academia Americana de Trastornos del Sueño…, es decir, son normas mundiales respaldadas por todo el estamento científico actual” “Internet se ha encargado de recoger las opiniones divergentes, sin embargo, nunca las encontraremos en el mundo científico”
Está demostrado que los niños que no duermen bien tienen más problemas de conducta, los que duermen con sus padres tienen más dependencia, los que hacen colecho tienen más riesgo de sufrir problemas de autoestima. Y todo esto está demostrado y publicado. No hay ningún niño traumatizado por pasarse los primeros días de guardería todo el rato llorando”
Para empezar la Academia Americana de Pediatría recomienda dormir en la misma habitación que el bebé  (se puede leer aquí). Desaconseja compartir la cama, pero aclara que esto lo señalan sobre todo para madres y padres fumadores, que consumen alcohol o que duermen en camas de agua, costumbre afortunadamente no extendida en nuestro país. Eso sí es sentido común.  Para seguir, esto que dice de que las opiniones contrarias no las encontramos en el mundo científico es absolutamente falso. Lo que no encontramos a día de hoy es ni un sólo experto en neurociencia que recomiende dejar llorar solo a un bebé. ¿Dónde hará Estivill sus búsquedas científicas?
Mi hobby particular es la neurobiología del apego. Y en este campo, fascinante, ha habido unos avances inmensos en la última década.
Me gustaría que Estivill leyera a fondo de verdad los trabajos de algunos de ellos. Por ejemplo las investigaciones de Allan Schore, neuropsicólogo de la prestigiosa UCLA (Universidad de Los Angeles, California) y verdadera eminencia mundial. Está especializado en comprender cómo el apego y el estrés afectan al desarrollo cerebral, y está demostrando cómo el cuidado emocional que recibimos en los dos primeros años de nuestra vida marca el resto de nuestra existencia, incluso define la morfología de nuestro cerebro. Schore explica en sus brillantes artículos científicos fenomenalmente porqué sucede eso que Estivill mencionaba de que después de mucho llorar el bebé suele terminar vomitando. En este enlace, al final de la página 15 comienza la descripción del“frenético terror” que supone para un bebé llorar sin recibir consuelo, los cambios bioquímicos que acontecen en su cerebro, y cómo la huella de ese estrés si se va repitiendo marcará a esa persona de por vida. Ha explicado cómo el cerebro del bebé se construye en esa relación íntima con la madre y el padre, y cómo de importante es el consuelo. Schore además ha investigado procesos similares en otros mamíferos como los elefantes: también a ellos la ruptura temprana del vínculo les deja unas secuelas gravísimas.  Ojalá alguien tradujera sus trabajos al castellano. Todo este esfuerzo le ha llevado a ganar reconocimiento mundial, que aprovecha para alertar delos riesgos que pueden conllevar las guarderías antes de los tres años o divulgar cómo la ciencia está re-descubriendo la sabiduría maternal ancestral.
Otra investigadora imprescindible es Ruth Feldman, neuropsicóloga israelita que investiga sobre los aspectos neurohormonales de la sincronía que se produce entre madres y bebés y también con los padres. Es otra de las que recomienda, basándose en sus trabajos, lactancia materna, contacto corporal estrecho y una atención inmediata al llanto de los bebés, hasta bien pasado el primer año de vida.
La respuesta de las madres al llanto del bebé de hecho se toma como el marcador más importante en neurobiología del apego, la prueba de que la madre es sensible y cuidará eficazmente a su cría. Ya hay muchos grupos viendo en vivo y en directo que áreas del cerebro de madres y padres se activan con el llanto del bebé, activación que produce la conducta inmediata de coger al bebé y consolarlo. James Swain, psiquiatra infantil en Yale, lo ha investigado a fondo y recogido en este magnífico trabajo.
Lo que hace Estivill aprovechándose de su autoridad como médico para pedir a los padres y madres que no sigan la llamada de su corazón ni de su cerebro es muy grave. Tira por tierra toda la evidencia científica, miente como un bellaco y anima a madres y padres a volver la espalda a sus bebés. Por si alguien aún dudaba termina acusando a las madres que le critican de enfermas:
“Es más, existen investigaciones muy serias sobre las mamás que están en contra de estas ideas y la mayoría presentan una psicopatología en su forma de ser”
¿A qué se refiere? ¿No estará hablando de su chapucero estudio comparando a 9 madres barcelonesas con 37 madres de Sao Paulo que se quejaban de que sus bebés no dormían y que en un simple cuestionario daban puntuaciones sugerentes de depresión? No hay más que leer su estudio para comprender que eso no es ciencia: compara dos muestras nada representativas y saca conclusiones de Perogrullo como que las madres de bebés “con insomnio” dormían mal. Menuda bazofia.
Por favor señor Estivill: ¡basta ya!
Ibone Olza