sábado, 14 de noviembre de 2015

¡Vuestras guerras, nuestros muertos!

Un salvaje ataque terrorista ha golpeado París en la noche del viernes 13, causando más de 120 muertos y 200 heridos, 80 de ellos muy graves. Se trata del mayor atentado en territorio europeo desde la matanza cometida en marzo de 2004 en Madrid por un grupo yihadista, y ya ha sido reivindicado por el Estado Islámico, ese conglomerado de grupos reaccionarios que juegan un papel semejante al del fascismo en los años treinta. En esta hora de dolor para miles de franceses, de llanto por la pérdida de vidas humanas, condenamos enérgicamente este horror sin ningún tipo de reserva, al mismo tiempo que no nos dejamos embaucar por la hipocresía y el cinismo de los gobiernos.
No debemos olvidar que el Estado Islámico fue una creación del imperialismo occidental, de esos mismos dirigentes que llaman a defender “nuestro estilo de vida” y “el Estado de derecho” pero que durante años han golpeado brutalmente Oriente Medio para beneficio de las grandes multinacionales petroleras, para controlar países clave por sus situación geoestratégica y derrocar regímenes que no se plegaban a sus deseos. Esos gobiernos, que utilizan en su propio interés el dolor que hoy sentimos, han llevado la destrucción a todos los rincones del planeta.

Hoy, millones de trabajadores y jóvenes europeos podemos contemplar en las imágenes de horror que nos llegan desde París lo que deben sentir millones de hombres y mujeres como nosotros, de miles de niños como los nuestros, cuando son masacrados por las bombas lanzadas desde los aviones de EEUU, Francia o Gran Bretaña, cuando sus casas se reducen a escombros, se arrasa con las infraestructuras más básicas y son arrojados de sus lugares convirtiéndose en refugiados. Sí, los atentados de París y la guerra en Siria muestran la barbarie más cruel de la que es capaz el sistema capitalista, el imperialismo y las organizaciones que éste ha creado, aunque ahora hayan vuelto las armas contra sus amos.

Hipocresía de los gobiernos
Los principales líderes mundiales empezando por Hollande, Obama, Cameron y Merkel, seguidos por el resto, no han tardado en sacar comunicados de repulsa con su hipócrita y cínica retórica de condena a la violencia y defensa de la democracia. Pero el dolor y sufrimiento de las víctimas de París no nos puede hacer olvidar que son estos mismos gobernantes, y sus políticas imperialistas, las que han creado el caldo de cultivo que ha dado origen a toda esta violencia. Qué paz y qué democracia han llevado a Afganistán, a Irak, Yemen o a Gaza y Cisjordania. Quiénes más que ellos y sus aliados de Arabia Saudí y Turquía han creado, entrenado y financiado a grupos como Al Qaeda o el Estado Islámico, a los que no dudaron en utilizar como punta de lanza contrarrevolucionaria contra los pueblos que se alzaron en la primavera árabe, desestabilizando y destruyendo de esa forma a países enteros como Siria y Libia. Quiénes son, en última instancia, los causantes de la ola de barbarie que se extiende a lo largo de África y Oriente Medio y que lleva a millones de personas a huir de sus hogares para escapar del hambre y de la muerte. A los Obama, Hollande y compañía les importa muy poco la democracia y la paz, lo que realmente les mueve son sus intereses capitalistas y los de sus grandes multinacionales. Ellos se quedan con el beneficio mientras nosotros ponemos los muertos.

Es ahora al ver las imágenes del horror que se está viviendo en Francia cuando se nos hace más palpable el sufrimiento por el que los millones de refugiados que desde hace meses tratan de llegar a Europa están teniendo que pasar. Y es también ahora cuando se pone de manifiesto claramente la actitud miserable de aquellos que les impiden encontrar acogida, usando para ello los medios más salvajes a su alcance como las vallas antipersona, la represión policial o el encierro en auténticos campos de concentración. Los refugiados al igual que los muertos de París son también víctimas del imperialismo y del monstruo terrorista que este ha construido. Ahora más que nunca debemos de seguir prestándoles todo nuestro apoyo: desde la solidaridad y la unidad de los trabajadores por encima de las fronteras, las diferencias étnicas o religiosas, podremos combatir los planes criminales tanto del terrorismo islamista como de sus mecenas imperialistas.