viernes, 29 de julio de 2016

Entre cartones y sueños. La realidad de los sin techo de Madrid

Están por todas partes. En la puerta del súper, del estanco, de la Iglesia. A veces les das algo de dinero suelto, otras, ni les miras, pero no por ello dejan de existir. La asociación Chupano, formada por y para los sin techo, estima que unas doce mil personas carecen de hogar en Madrid, entre los que se encuentran también los okupas y los que duermen en sus vehículos. De todas esas personas, 5.000 duermen directamente en la calle, según asegura Lagarder Danciu, activista sin techo que se ha consagrado a hacer visible la pobreza en España. "He visto familias enteras durmiendo en furgonetas o entre escombros", asegura.

Lagarder adquirió protagonismo mediático al irrumpir en actos electorales de los cuatro principales candidatos a la Presidencia del Gobierno y en la manifestación del colectivo de extrema derecha Hogar Social Madrid. Mientras los políticos preparan su campaña electoral, él sigue con su lucha para recuperar los servicios públicos. "A partir de 2003 el PP de Madrid apuesta por la privatización, aunque ellos prefieren usar la palabra externalización", dice. Es el caso del Samur Social, dirigido por Darío Pérez, que está en manos de la empresa Grupo 5 y que, a pesar de estar destinado a ayudar a la pobreza, consigue obtener beneficios de 60 millones de euros al año.

El Samur Social ha preferido no hacer declaraciones al respecto. Para hablar con ellos es necesario firmar un acuerdo de confidencialidad en el que se exige que no se publique nada de la conversación. Lo mismo pasa con el Área de Gobierno de Equidad, Derechos Sociales y Empleo, cuya concejala es Marta Higueras.

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"La empresa de limpieza EULEN", cuenta Lagarder, "propiedad de Florentino Pérez, cobra cincuenta céntimos a los sin techo para ducharse, y aun así sigue pidiendo subvenciones". A pesar de sus beneficios, esta red de recursos sociales solamente ayuda a unas mil personas. 

"Ante esta situación de desprotección, la única solución es hacer ruido y protestar, organizarnos con asociaciones como Chupano, Invisible Coslada o Invisible Tetuán. Hemos contactado con PAH Madrid y nos hemos adherido a la Plataforma por la Remunicipalización de los Servicios Públicos", dice Lagarder.

Son los problemas de los invisibles, los problemas que se evitan a toda costa y sobre los que nunca se reflexiona para dejar tranquila a la conciencia. Las quejas que nunca se oyen porque tampoco interesa escucharlas.

VOCES DE LA CALLE

“Techo improvisado” es el nombre que Lagarder usa para referirse a la madrileña Plaza Mayor. Según asegura, todas las noches duermen allí entre sesenta y ochenta personas. “Luego, entre alrededor de las 7:30 horas, viene la Policía a echarlos”. Pide que se respete la intimidad de los sin techo y no se saquen fotos sin su permiso. “En muchos casos no quieren que sus familias sepan que están en la calle”.

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Es domingo por la tarde y en la Plaza Mayor hay dos grupos que reparten comida, una parroquia y un grupo de jóvenes inglesas que no pertenecen a ninguna asociación. En cuestión de una o dos horas, alrededor de doscientas personas pasan por la zona para recoger un bocadillo y un vaso de agua. Entre esas personas está Carlos.

Carlos trabajó diez años de guardia de seguridad y desde hace cuatro está en la calle. Dice que no le gusta dormir en albergues. "Prefiero la calle, no me siento tan coaccionado, llevo un buen régimen de alimentación y hay calor humano y cartón". Aún no ha aceptado su situación, durante la conversación delira varias veces para siempre terminar diciendo que "el momento llegará, siempre hay que ser positivo".

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Otros no son tan optimistas. Don Antonio está sentado en la terraza de un bar ya cerrado de la plaza. Según dice, acabó en la calle por "una desgracia". Tiene sesenta y tres años, empezó a trabajar desde los catorce, los últimos en el sector de la construcción; se quedó en paro y fue desahuciado, "cosas que pasan en la vida". Su orgullo le impide recurrir a albergues, "yo no he nacido para que me den un plato de comida, yo ese plato lo gano, a mi no me tienen que dar nada". Además, denuncia que en estos lugares"mezclan a todo tipo de gente, drogadictos, enfermos mentales, personas que deben recibir ayuda en otras instituciones". También se queja de los periodistas, algunos no han dudado en quitarle el cartón para hacerle una foto o grabarle sin preguntar. "Uno tuvo que salir corriendo porque lo corríamos a gorrazos", comenta con humor.

Nico, nombre falso a petición, trabajó diez años en Barcelona, los cinco primeros sin papeles, pero con la crisis se quedó sin empleo y llegó a Madrid donde lleva tres años haciendo pompas de jabón para los niños en la Plaza Mayor. "Ahora a finales de mes volveré a Barcelona, donde hay turistas", dice. Es ucraniano, estuvo en el ejército y tiene dos hijos. La chica sigue en el instituto pero el mayor lucha en Donbass contra los prorrusos. Luce un orgulloso su D.N.I con su dirección, "chalet cinco estrellas de la Plaza Mayor", como él llama, con mucho humor, a su hogar de cajas de cartón. No es muy usual que un sin techo esté empadronado en el sitio donde duerme, a pesar de que la ley así lo establece. “Hay una sentencia de la abogacía del Estado que obliga a los ayuntamientos a empadronar a los sin techo en el lugar donde duermen, pero no lo hacen para no dar visibilidad a la pobreza”, informa Lagarder.

EL DOLOR DE LAS PROMESAS INCUMPLIDAS

En época electoral las promesas políticas parecen ilimitadas, hay de todos los colores. Los políticos se acuerdan de las PYMES, las familias trabajadoras, los autónomos... Todos los colectivos reciben su ración de promesas, compromisos rápidos, fáciles de hacer y fáciles de olvidar entre el tsunami de las elecciones. Los sin techo son los primeros de los que se olvidan, para luego pasar a ser marginados y criminalizados.

Esperanza Aguirre, en la campaña de las municipales, prometió prohibir que la gente durmiera en la calle ("ahuyentan a los turistas") y es famoso el caso de los separadores que el consistorio de Ana Botella puso en los bancos de las paradas de autobús para evitar que nadie pudiera tumbarse.

Antonio, un leonés fuerte e indignado, recuerda el compromiso de alquiler social que la actual alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, aseguró en la campaña de las elecciones municipales de 2015. "Carmena no ha cumplido sus promesas, la vivienda que tenemos es una caja en la plaza", asegura Antonio. "De los pobres no se acuerda nadie, lo último de la sociedad, lo que nadie quiere", añade con enfado. Como la mayoría de los sin techo, no está empadronado, lo cual le supone muchos problemas. "Para conseguir cualquier cosa en Madrid, como una plaza en un albergue o en comedores, necesitas estar empadronado en la comunidad (...) En los servicios sociales de la calle Asturias me dijeron que no tenía derecho al bono social". Esto es así a pesar de que tiene una minusvalía del setenta por ciento y un marcapasos. No tiembla cuando dice "España es un asco, yo soy español y nuestro país da asco"; el patriotismo queda en evidencia cuando se tiene el estómago vacío y se duerme en un saco de dormir en la calle. "Me siento extranjero en mi país, me siento avergonzado", añade.

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En las pasadas elecciones generales Antonio no fue a votar, ni lo ha hecho nunca. "Yo no voto porque no estoy de acuerdo con las políticas de los gobiernos que hemos tenido, todos han prometido ayudarnos a los pobres y no han hecho nada (...) Para ellos los sin techo deben estar apartados, marginados, para ellos no contamos. Y si no cuentan con nosotros no contaré con ellos". Dice que para llevarle a las urnas, los políticos deben tener algún gesto, actuar contra la pobreza, demostrar el verdadero interés en el problema. Pero asegura que para eso aún queda mucho. "Los políticos sólo piensan en repartirse los escaños y el dinero, de los demás no se acuerdan", zanja.

Los medios de comunicación se llevan el último dardo certero de Antonio. "A la prensa no le interesa la gente sin techo, solo les interesa la política, los ricos y el fútbol. Los pobres no somos rentables", y recuerda a todos esos periódicos gratuitos que son ellos, los sin techo, quienes hacen cola para coger un ejemplar. Se mantienen informados pero nunca leen las noticias que verdaderamente les afectan.

SEGUIRÁN SOÑANDO

Papi duerme junto a los cines Ideal, frente a la conocida discoteca Independance. "Hoy no abren, pero mañana habrá fiesta de estudiantes Erasmus y se mearán y se cagarán a mi lado", comenta. Es presidente de la asociación Chupano, lleva seis años sin hogar, a veces como okupa, y lleva en su puesto de la calle Doctor Cortezo 160 días sin interrupción. "Aquí he pasado el invierno y echaré el verano", afirma, aunque advierte que "ahora cierran la mayoría de comedores y el estómago de los sin techo se va de vacaciones". Considera que el pueblo madrileño es "bastante solidario" y sobre todas las cosas agradece que alguien "se pare a hablar, poder tener una conversación inteligente". Nos dice que el Ayuntamiento ya ha repartido algunas habitaciones de edificios abandonados a grandes asociaciones como Cáritas o la fundación RAIS pero, según él, "esta gente no tiene intención de darnos viviendas mientras sigan haciendo negocio con la pobreza".

Papi tiene aires de perro viejo y alma de poeta, y lo demuestra recitando un poema suyo que recuerda al discurso de Martin Luther King:
"Anoche tuve un sueño.
Soñé que todos estaban trabajando,
que el Gobierno les había dado una casa
y que curas, monjas y otras malas hierbas engordaban las listas del paro.
Me desperté y todos estaban durmiendo.
Nadie se levantaba.
¡Levantaos! ¡Levantaos! grité.
Nadie se levantó y yo me volví a quedar dormido
porque prefiero seguir soñando".
"La Plaza Mayor es una nube cargada de sueños", dice Lagarder, pero Madrid entero lo es. Sueños de calor, de comida caliente y abundante y camas mullidas, pero también sueños de justicia, de solidaridad e igualdad. Ellos, Papi, Antonio, Carlos, todos ellos, mañana se volverán a levantar en la calle entre cartones mojados por las mangueras de los servicios de limpieza de Madrid. Volverán a hacer el recorrido de todos los días para ganarse su sustento como puedan y seguir, siempre, viviendo, por si acaso algún día llega ese porvenir más justo.